Formación
“Síganme, y yo los haré pescadores de hombres”
(Mt. 4, 19)
Áreas Formativas
Somos conscientes de que cada uno, bajo la guía del Espíritu Santo, es artífice de su propia formación. Únicamente así se logra que esta formación no sea sólo tolerada sino interiorizada en convicciones firmes y profundas, de manera que esta llamada plasme la propia historia e identidad.
Formación Intelectual
El desafío de la Nueva Evangelización precisa de una profunda formación intelectual saber a dar razón de su esperanza, y aportar un discernimiento crítico y evangélico frente al pluralismo cultural y a las diversas corrientes y tendencias que están presentes tanto en el mundo como en la Iglesia.
Formación Apostólica
El modelo de nuestra vida es Jesús en su vida pública; y el anuncio de su mensaje es nuestro único interés y la razón de ser de esta Sociedad. La formación apostólica se desarrolla mediante la reflexión madura y la aplicación práctica, y tiene sus raíces profundas en un espíritu que es el soporte y la fuerza impulsora de todo.
Formación Espiritual
La vida espiritual es entendida como relación y comunión con el Padre, en Cristo, por el Espíritu. Para el consagrado la formación espiritual constituye el centro vital que unifica y vivifica las diferentes dimensiones de su ser y de su actuar.
Formación Humana
El consagrado, llamado a ser «imagen viva» de Jesucristo, debe procurar reflejar en sí mismo, en la medida de lo posible, aquella perfección humana que brilla en el Hijo de Dios hecho hombre y que se transparenta con singular eficacia en sus actitudes hacia los demás, tal como nos las presentan los evangelios.
Es fundamental la formación del consagrado en la madurez afectiva, que supone ser conscientes del puesto central del amor en la existencia humana; y exige, por lo mismo, una educación en la sexualidad que sea verdadera y plenamente personal y que, por ello, favorezca la estima y el amor a la castidad.
Formación para la
Vida Juntos
Dado nuestro estilo de vida reafirmamos nuestro propósito de vivir unidos según esta voluntad de Jesús.
Etapas de la formación
El objetivo que unifica las diversas etapas y experiencias de la formación inicial es formar hombres capaces de entregar toda su vida a Dios en el seno de nuestra Sociedad apostólica. Tenemos en cuenta que es bajo la inspiración del Espíritu Santo y con la ayuda de otros como cada uno debe ser artífice de su propia formación
Probación
Filosofía
Probación apostólica
Teología
Probación
Etapa Discernimiento
El objetivo es que el postulante haga una experiencia de la vida oculta del Señor. ‘Estar con Él’ (Mc 3,15), esta experiencia le permitirá tener una mayor seguridad de conciencia, porque sabrá que está donde Dios lo ha llamado, y su vida estará orientada al deseo de estar con Él en esta Sociedad.
Filosofía
Etapa Discipular
La orientación de los estudios filosóficos y teológicos estará dada por la tradición realista clásica, que tanto los Padres de la Iglesia como la Escolástica emplearon para la profundización intelectual de la fe.
Probación Apostólica
Además, entre la etapa Discipular (Filosofía) y la Etapa configurativa (Teología) el joven pasa dos años en alguna casa de la Sociedad San Juan sirviendo en distintas asignaciones apostólicas, por lo que este último tiempo antes de la ordenación diaconal le brinda la oportunidad de sintetizar serenamente todo el camino formativo en vistas a un compromiso definitivo, incluyendo sus experiencias apostólicas previas.
La acción apostólica pertenece a la naturaleza misma de nuestra Sociedad. Por esta razón, los candidatos recibirán una especial formación apostólica, a la vez teórica y práctica.
Teología
Etapa Configurativa
Nuestra formación intelectual se inspira en el pensamiento de Santo Tomas de Aquino, siguiendo en esto la recomendación del Magisterio: “Precisamente por ese motivo la Iglesia ha propuesto siempre a Santo Tomás como maestro del pensamiento y modelo del modo correcto de hacer teología”.
También tomamos como guía e inspiración los escritos del Santo Cardenal John Henry Newman, quien se destacó por la profundización intelectual de la fe y por la capacidad de diálogo con la cultura de su tiempo.
Formación permanente
La peculiar misión del sacerdote de la Sociedad San Juan exige que sea un hombre formado y formador, capaz de comprender qué pasa en la vida de las personas y de brindar oportuna respuesta a ello. Esta formación debe continuarse de por vida.
La formación permanente se ordena al crecimiento integral de la persona. Es esencial para la vida y la misión de la Sociedad en la Iglesia y para su conveniente renovación.